capítulo 28.
Era hora de hacer los repartos en las tarteras y preparar el cesto donde las llevaba -
¡ Usted se cansa demasiado ¡ - ¿ porqué tiene que ocuparse del parásito de su cuñada ?
Y que puedo hacer si no ¿ dejarla morir de hambre? - venga vecina , yo la ayudo a ella y usted a mí ...
¡ si no me cuidase a las niñas¡
No es por eso , perdone , pero tenía que ser su marido el que debía ocuparse de ella - y de sus hijas ...- y dejarse de tantos viajes - tanto tiempo fuera - perdone otra vez - ¿ no estará con otra mujer ? -
¡No - estoy segura que no ¡ - respondí - nunca dije mayor verdad .
De nuevo emprendí mi camino .
Fui recuperando fuerzas - curando heridas externas - curando heridas internas . No tenía sentido de culpa ,
Cuando hacía los cambios de ropa sucia - de comida , agua , suciedades...ya no oía nada de sus súplicas , amenazas , insultos .
El sabía que era yo - entonces ¿ porqué hacer las cosas sin ruido ? - aprendió a poner lo que tenía que llevarme - que remedio - se dio cuenta que estaba a mi merced .
Necesitaba un café cargadito - pero cuando entrabas sola , todos te miraban como si fueses una prostituta .
Me acordé de la tasca de la calle La Lechuga- con ironía - El Cogollo - le pusieron de nombre...a esa hora no habría mucha gente - los clientes eran obreros la mayoría , muy pronto para ellos -
Así era , solo un rufián con su furcia discutían en un rincón - en el mostrador una mujer -le pedí el café y me pareció que su mirada era de reproche -¡ una mujer sola ¡ -
Me estaba acostumbrando - me resbala - decían los barriobajeros - empecé a saborear el café -era bueno de espalda a la puerta no vi que entró un hombre - se sentó a mi lado - en el espejo de la pared si le vi - estaba guiñando un ojo - ¿ a quien ? - a mi , no había nadie más - me dio risa- ¡ en el julepe guiñar un ojo era señal de que llevabas el as -
Esa sonrisa quizá fue lo que le confundió . se arrimo a mi -
¿ señorita , me permite invitarle al café o a una copita ? - y el muy cerdo , con su dedo calloso me acaricio la mejilla - -
Le dí un manotazo retirando su brazo - dejé la moneda en el mostrador- no necesito que me invite ningún cerdo -cogí mi capacho y salí apresurada - pero con la cabeza alta .
Me pareció que la tasquera me miró con orgullo , mientras le daba las buenas noches.
Una vez oí decir un anciano a otro - el hombre sale a pescar y si alguna mujer pica el anzuelo ...
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